¿No es mañana cuando se celebra el Día Mundial del Vagabundo? ¡Se olvida uno de tantas cosas! A veces me pasa que acabo de cruzar el Sil por el puente de Cubelos y me queda la amarga sensación de que el río se ha llevado un trocito más de mi memoria...
Yo me había olvidado ya de lo que se canta en la Oda a Walt Whitman. Hasta que vino a mi puerta el otro día uno de esos emigrantes negros que venden discos piratas muy baratos. Me habló de una canción de un grupo rapero americano y salieron entonces a relucir Lorca y esa oda suya tan veneno y huracán. Así que la leí de nuevo, y más de siete veces, y todavía no sé si he logrado comprenderla a la manera surrealista. Hay en ella versos que congelan la lengua. Frente a aquellos que aclaman calurosamente al viejo hermoso y homosexual Walt Whitman porque busca un desnudo que sea como un río, se abren esos otros que emanan la rabia espumante del poeta cuando levanta su voz contra los «maricas de las ciudades», «enemigos sin sueño del Amor», contra los maricas «asesinos de palomas» que dan a los muchachos «gotas de sucia muerte» y andan «emboscados en yertos paisajes de cicuta»... Tendré que leerla una vez más. ¡Se olvida uno de tantas cosas!
A orillas del río Hudson, con los ojos señalando hacia el sur y sus recias raíces creciendo, desde su tumba de aceite y llamas, el bello Walt Whitman continúa clamando contra aquellos que se olvidan de la cordura de los homosexuales y les nombran «deficientes» y «tarados». ¡Cuánto le gustaría al viejo que unos versos suyos fueran pronunciados por las lesbianas y los gays que acuden a los salones municipales para jurarse amor eterno!
A orillas del Sil, en cambio, no duerme ningún poeta homosexual santificado. A orillas del Sil estaba ayer empinando su botella de vino el Vagabundo de las Vías. Hace tiempo que lo expulsaron del palomar donde bramaba. Dicen que a veces pierde también la memoria y se queda atrapado en la locura. He de ir a verle y decirle que muy pronto se abrirá un centro para enfermos de Alzheimer en Flores del Sil. Podría decirle: "Amigo, incorpórate un poco para que oigas crepitar las canciones de los trenes." Podría decirle eso o algo parecido, aunque lo más probable es que me mande a la mierda...
Y ahora que recuerdo, tengo que ir a hablar con el Vagabundo de las Vías. Sé que duerme las noches sobre un colchón de hierba roída por las ratas, bajo la herrumbrosa plataforma de un vagón en ruinas. Seguro que tiene una historia muy extraña, y valdría la pena que un día la contase. Porque alguna vez se ha de celebrar el Día Mundial del Vagabundo, ¿no?
Tremendo... siempre me he maravillado de esta manera que tienes de poder unir el río Hudson con el Sil... o a Whitman con algún vagabundo que recuerde de mi niñez (por ejemplo el mítico Ceferino, que paraba a veces por el Liceo, y se cuenta que se hacía pajas a la orilla del río cual Diógenes de poca monta)... el poder de la literatura, imagino... el transmitir imágenes que nos son cercanas y lejanas a la vez... como aquello que escribiste hace años sobre que Ponferrada en verano era como un cuento faulkeriano... eso es penetrar de verdad y no lo que hacía John Holmes, veneno en la piel, y en el papel.
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