CON WINNY DE PUH

     Salí a pasear por el oeste de la ciudad, a sentir de nuevo la trepidación de noviembre sobre los puentes del ferrocarril. Ya no iba buscando ese Café donde batir con satisfacción la espuma última del día. 

    Hay momentos en que para pensar Grandes Pensamientos acerca de Ponferrada no hay Nada como ponerse a pensar sobre un puente del ferrocarril. Las calles se meten más adentro. El mundo se hace un poco más esquivo. Y entre uno y otro pensamiento... ese gesto de agarrarse a la baranda de acero inoxidable y quedarse mirando a los raíles que estrangulan las estrellas.
 
     Pero no es posible pasarse ahí toda la noche. No es posible posarse toda una vida incierta sobre un puente del ferrocarril. Traté entonces de encontrar una refutación de esas geometrías insensibles que acribillan la ciudad, ese rascacielos, dios mío... Un puente sobre las vías del tren, por más prosaico que parezca, es todavía un lugar donde crecen las ficciones y se pierde el miedo a morir. ¿Quién dijo que la estatura de la vida es tan breve como el arco de un puente del ferrocarril? Y bajo la luz de esas farolas de estirpe isabelina se desvanece hasta la realidad de los mendigos.

     Pero algo anormal tenía que suceder. Y fue que por el otro lado del puente apareció... ¡Winny de Puh!


     Y esta vez venía paseando como un animal insatisfecho. Le saludé como debe uno saludar a los osos que piensan. Y se sentó entonces sobre un poyo y a grandes voces me preguntó:

     -¿Cuántas vacas negras crees tú que cabrán sobre este puente los días impares de la semana?

     -Ya estás tú con tus Grandes Pensamientos acerca de Nada- le respondí.

      A Winny de Puh no le gusta demasiado esta ciudad, me lo ha dicho varias veces, y se desmaya cada vez que se le menciona el bosque de cemento del barrio de la Rosaleda. Pero el Puente del Ferrocarril siempre estará ahí y cualquiera que sea amigo de Winny de Puh podrá encontrarlo también ahí...

    -¡Trescientas vacas calculo yo!

      Y se fue corriendo hacia el parque del Temple.

     Y luego me pareció ver estrellada sobre las vías una pregunta sobre la estética de esa torre del barrio de la Rosaleda, la más alta de Castilla y León. Eran excitantes los colores que surgían de allí abajo. Hasta que pasó un tren de mercancías, y se estremeció el puente, y el recuerdo de otras bellezas más espléndidas.

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