AVENIDA DE CABO VERDE



    No figura todavía en el nomenclátor callejero de Ponferrada, ni siquiera en el de Bembibre, de modo que habrá que inventarla con los colores de la utopía, como se inventaron las calles de otras islas y otras repúblicas y aventureros en este mapa de excentricidades industriales que entre todos vamos dibujando. Y digo esto a la vista de la densidad y el peso que han ido alcanzando durante los últimos cuarenta años los navegantes caboverdianos en nuestra República de Almendros. Al fin la villa de Bembibre, hermanada ya con São Domingos, es una isla más en la República de Cabo Verde.

     São Domingos es un pueblecito del interior de Santiago, que es la isla más grande y más europeizada del archipiélago, y conserva con grandísimo orgullo las raíces africanas de la cultura caboverdiana. São Domingos tiene una iglesia de color amarillo y una de sus casas de comidas es administrada por la señora Manuela, cuya especialidad es preparar suculentas cachupas y churrascos y cantar con los ojos llenos de conchas marinas algunas mornas, esas melodías con que los caboverdianos cantan en su idioma criollo al amor, a la saudade, al océano y a la muerte.

     Trazar cuanto antes esa calle o avenida y caminar luego por ella con la misma gravedad con que en otros tiempos se inauguraron las avenidas de las Islas Baleares, las Islas Canarias o las Islas Cíes, allá en el arrabal ferroviario de la Placa... Con la misma nobleza con que un mediodía de abril nos levantaron esta concurrida plaza de la República Argentina, o las apostólicas travesías del Ingeniero Robinson y de don George Borrow en el este de Bembibre.

     ¿Avenida de la "República de Cabo Verde", o de las "Islas de Cabo Verde"? Como gustéis pero con rimas de árboles, a veces no hay nada tan emocionante como caminar por una calle ancha bordeada de acacias africanas. Con signos de agua limpia y olor a papaya o yuca, pero sin esa especie de estatuas con alas de bronce o de cemento que corrompen la armonía. Y con un reloj de arena en memoria del héroe nacional de Cabo Verde Amílcar Cabral, asesinado hace treinta y tantos años por el ejército colonial de Portugal.

     Una avenida que a ser posible no exalte las máscaras de la misericordia ni los mástiles de la pobreza, sino esas miradas infantiles de los macacos del norte de Santiago y el dulce canto blanquiazul de las passarinhas tropicales. Una calle en la que no falte una taberna donde sentir el rebelde ritmo musical del funaná y un paseo con perfiles de luna centroafricana en cuyo horizonte flote la utopía como un arco iris ecuatorial. Un bulevar que en definitiva nos traiga a todos chispas de ese enormísimo sol que alumbra las diez islas que componen la república de Cabo Verde... y una suave nostalgia del mar.

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