CELEBRACIÓN



 
           subir la colina y sentir desde ahí el estrépito de los colores y los vegetales, el desconcierto de la muchedumbre hormigueando entre los puestos de flores, los toldos y los tenderetes bajo el sol...




            porque un día de mercado en mi ciudad es mucho más que un simple acontecimiento social. Al amanecer, una brisa pasa que huele a mineral humano y entonces las márgenes del Sil se hacen habitables. Y hasta los muros del Castillo parecen más altos y más claros.

            luego bajan de un cielo inexplicable las frutas y las flores, las palabras que reflejan círculos gitanos, los gritos, las manos que saben de esta tierra...

            tiene esa mañana mi ciudad el rostro de quien se despierta muy temprano para exigir el alimento.

            y van llegando con su impaciencia las mujeres, como si fueran aves de otras patrias. Y esos hombres con sus boinas, con sus cayados y penumbras. Ya se abren en la plaza de Abastos las pieles y las bocas, ya crepitan en sus cajas las legumbres y los cardos. Y es como ponerle un poco de sentido a la ráfaga del tiempo.

            hay rosas por el suelo ya resecas y puñados de palabras anhelantes. Un día de mercado en mi ciudad es como una casa grande encendida de sol y de manzanas. Son esbeltos los espárragos, están a punto las coles de Bruselas, tiene buena sangre el solomillo, apetece acariciar los colores del pescado y de las fresas. Es como ponerle al mundo la luz y sus estruendos.

            noticias que corren como nunca por la plaza un día de mercado, la mirada perdida de un anciano que ha caído en un arroyo, el arrebato venial de una gitana que liquida trapos y alegrías, el ruido de una astilla clavada en la garganta de una negra impenitente... Y es un placer detener el paso y contemplar cómo brillan las verduras en este suave contraluz del tiempo.

            mi ciudad sabe a pera ya madura en un día alegre de mercado.

            voy por esas calles turbulentas aprendiendo los nombres, el tacto de los frutos secos, el perfume de las flores todavía no marchitas, cómo con el agua y los sudores surgen las canciones verdes de esta tierra, la danza de las estaciones entre el pan y las cebollas. Y yo podría asegurar que estoy aquí contento pero me siento también como si le debiera algo a la vida.

            mi ciudad descubre una inmensa sorpresa, una delectación cada vez que sucede un día de mercado. Y regresa entonces al manantial de los colores, a los frutos del trabajo y la existencia.



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