(Andrés Viloria, el bar Cubelos... difuntos que aún llueven mi noviembre)
La mañana venía desenvolviendo sus secretos entre las aguas del Sil, el bar Cubelos era un buen destino para tomar el primer café, y allí estaba ya sentado Andrés Viloria, sus ojos vueltos hacia dentro, hacia el otro medio mundo pulverizado en la miseria... Tuve la osadía de interrumpirle y sentarme a su lado.
La mañana venía desenvolviendo sus secretos entre las aguas del Sil, el bar Cubelos era un buen destino para tomar el primer café, y allí estaba ya sentado Andrés Viloria, sus ojos vueltos hacia dentro, hacia el otro medio mundo pulverizado en la miseria... Tuve la osadía de interrumpirle y sentarme a su lado.
Y comenzó el pintor a entretejer su charla temblorosa de noviembre. El mar rugía a doscientos kilómetros pero él lograba al fin domesticarlo con sus manos...
Crisantemos caían en nuestras tazas mientras Viloria pintaba sus orígenes en el café Buenos Aires de Torre del Bierzo, y me hablaba de aquel tren con el que escapaba de las noches tenebrosas de los sesenta para bajarse a los amaneceres grandiosos de Madrid, de Europa, de la Vanguardia del mundo.
-La ferretería se ha cerrado, en la armería se saldan los rifles y escopetas, el sastre abandonará en diciembre... Esta plaza se despide, Andrés.
Afuera la oración del agua expiraba dulcemente.
-Yo, en realidad, más que cuadros lo que hago es desarrollar pensamientos.
Por el ventanal vimos pasar entonces un tren cargado de álamos en llamas.
Siempre nos hablaba sonriendo Andrés Viloria. Y más armoniosa se volvía su palabra cuando nos recomendaba estar siempre en contacto con la vida. La velocidad de su pintura metafísica era tan alta como el estruendo del agua sobre las tazas de aquella fuente de piedra...
Nos costó salir al mundo, era tan agradable ver pasar la vida por aquella ventana del Cubelos, uno de los pocos bares donde la ciudad se deshojaba en alegres fantasías de noviembre.
Y al despedirme de Andrés Viloria sentí como si me despidiera de aquella época de las vanguardias y los trenes colorados cargados de jardines.
De una manera prosaica te diría que veo a Viloria en una dimensión como la de un Michael Jordan... ha sido el mejor pintor berciano de la historia, pero quizás podría haber sido el mejor escritor, o escultor, y desde luego en conversador lo fue... es decir, en algunos casos, no importa lo que hace, importa quien lo hace... es la suerte de haber recibido una musa en su momento y no dejarla escapar... el mayor tesoro para cualquiera que quiera sacarle algo de jugo a estos años que vagamos encima de esta tierra.
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