Textículo dramático
Es un pasaje para masticar despacio.
Su cielo es un herrumbroso somier con un
esqueleto de gorrión que no para de croar. Y sobre el suelo de cenizas pueden
verse todavía algunas lágrimas con un saltamontes dentro.
Y entré en la única tienda abierta, una
tienda antigua y sin nombre que ha comenzado a liquidar sus existencias. Olía a
matanza y a mosto y especias de otro mundo.
Y allí estaba él, charlando con la dueña
como si estuviese tejiéndole un jersey para toda la vida.
Pregunté primero por el precio de unas
mantecadas y una gorra de plato azul.
Y luego por el bar del rincón que estaba
cerrado y cercado por una verja... Un misterio... Hacía por lo menos quince
años que...
Esa bodeguilla ya no se puede abrir, no.
Está muy mal por dentro, no se puede abrir.
Por delante de los ojos me pasó la imagen
de un montón de ataúdes rellenos de carne blanca.
Y él me miraba como quien ha viajado ya
por todos los países de Europa y América...
Más de quince años hará que murió su
propietario... Al parecer se suicidó... Negocios raros, dicen... Y desde
entonces nadie ha vuelto a entrar ni salir de ahí.
¡¡¡¿Y quién iba a salir de ahí?!!!
Él sin embargo no tiene miedo de que lo
maten.
Apenas mide metro y medio. Y viste americana negra y camisa y corbata de
rayas rojas y azules.
Y camina como huyendo de la luz.
No soy capaz de desterrar de mi cabeza la idea de que... ¡Maldito presentimiento!
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