Octubre es una ciudad decadentista y sedante, una capital como Lisboa al atardecer ofreciéndote la mano para que leas en su palma unas líneas de Pessoa. Siempre que paso por Pessoa me queda un cierto malestar político, un cansancio grande, anarquista, y el sur de una geografía en que se alza un poco triste Ponferrada. También las sombras más pobres y polvorientas de Lisboa ascienden hasta aquí, hasta estos barrios del oeste –La Placa, Cuatrovientos, Flores del Sil- algunas tardes de octubre.
Octubre es una calle que se pierde en una queja, una calle que comienza en un rumor de barra, cruza un puente y unas vías, y refleja en su melancolía terminal estas viejas y venerables tabernas del barrio alto de Ponferrada, donde casi ayer cantábamos nuestra lealtad al Sil y al recio pensamiento de la izquierda agitadora.
Y es una casa tenebrosa, octubre es una casa muy antigua y muy extraña, una casa en la que habita un hombre que sabe hablar al borde del acantilado con las espumas que suben desde el mar. Siempre que trepo hasta esas cumbres de la mano de Lovecraft, me asaltan estas viejas casas de una sola planta, sucias, con puertas y ventanas cerradas a canto y cal, que flotan aún en la putonlírica espiral de Ponferrada. Una hay en la calle Lago de la Baña que cada vez que me quedo mirándola en la noche me responde con el gemido largo de un huido en la posguerra.
Octubre es una encina solitaria, una encina en todo su esplendor como la encina americana de Walt Whitman, símbolo insobornable de todos los indignados y rebeldes del mundo. Siempre que me asomo a las lomas de su bárbara Louisiana se alzan frente a mí estos árboles del Bierzo Alto y Bajo derrotados, la consternación de todos sus bosques perseguidos.
Octubre... y continuar buscando en el Libro de los Desasosiegos, oh mis amigos amantes de Pessoa y de todas las Lisboas que existen en el mundo.
Y es ese gato salvaje que se cuela en los cuentos bercianos más antiguos, siempre al acecho de cualquier roedor que penetre en la ciudad con fines delictivos. Todavía ayer lo vi merodeando por las colinas del este de Ponferrada, y sus saltos de tigre enajenado, ay, qué presagiaban...
(¿Quién está detrás de ti?)
(¿Quién está detrás de ti?)
Octubre... y continuar buscando en el Libro de los Desasosiegos, oh mis amigos amantes de Pessoa y de todas las Lisboas que existen en el mundo.
Como ves estoy echando la mañana regocijándome en tu blog, como mandan los canones del buen crápula y malevo consumado de doblete y sin dormir (¡para qué dormir si se puede vivir!, ¡qué espanto escogemos para las generaciones venideras si elegimos el sueño y no la vida!), de Pessoa sólo te diré una cosa, el 20-N no se comen un colín ni aunque Gonzalez y Guerra se disfracen de Spider-Man y Lobezno... es el signo de los tiempos, igual que mis lamentables juegos de palabras... la culpa es de las setas, que nunca sabes si vienen o si van o que oscuras artimañas se traen entre manos... y ya puestos cantemos como Manzanita aquello de "era feliz con el estramonio, aunque su marido era el mismo demonio".
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