HOSTIAS NEGRAS
¿Qué hace ese tío ahí? En la penumbra del bar, esparrancado sobre dos sillas... ¡Es un negro, un negro de grandes ojos redondos!
¿Un senegalés?
Sí... Lleva unos días viniendo por aquí. Se gana la vida vendiendo discos piratas por la noche. Llega pidiendo el favor de sentarse sin consumir nada, porque al parecer su religión se lo prohíbe, eso dice, y así se queda.
A esos senegaleses que deambulan por la ciudad a veces los pillan los policías con las manos en la masa.
Hay gente que sostiene que los vagabundos no poseen códigos de conducta.
Y comenzamos a hablar de África, de los países negros que quedan más cerca del sur de España. Hablábamos de África y sus naciones negras y yo sentía un poco de vergüenza porque no sabíamos casi nada de África.
Me acordé entonces de ese gran poeta senegalés que llegó a ser presidente de la República del Senegal: Léopold Sédar Senghor, muerto hará unos diez o doce años...
El senegalés seguía con la mirada puesta en su otro mundo, cualquiera le hubiera podido tomar por un muerto.
Senghor escribió en el París ocupado por los nazis Hostias negras... “África se ha hecho acero blanco, África se ha hecho hostia negra, para que sobreviva la esperanza del hombre... Escucha el silencio bajo las cóleras inflamadas, la voz de África que planea por encima de la rabia de los largos cañones... Señor Dios, perdona a la Europa blanca que durante cuatro siglos de luces ha vertido la baba y los ladridos de sus perros guardianes sobre mis tierras...”
Y de repente, como si alguien la hubiera aguijoneado por la espalda, se irguió aquella mole negra, recogió su mercancía y salió del bar piafando...
Como si los dos hubiéramos estado rezando hasta la hora de la muerte del sol.